lunes, 17 de diciembre de 2007

Miradas



Hay palabras que miran, que ven lo que otros no ven, o que le ponen nombre a lo que todos sienten
(Palabras que miran – Pepe Trívez)

Y hay miradas que hablan, por sí solas, que poseen, porque mirar es poseer y ser poseídos... nombrar y ser nombrados.

Hay…

… miradas serenas, que investigan la visión de lo real, tal como es, o como puede seguir siendo, lo que se expresa y se vive, sin desfigurar
… miradas luminosas, transparentes, que remueven los sentimientos, que intercambian alma y vida, que estremecen, por momentos deleitan
… miradas francas, directas, que, como la piedra en el estanque, se propagan hacia el fondo, en todas direcciones, removiendo lodos (sueños enterrados que yacían olvidados) recuerdos, significados
… miradas en las que reconoces quién te quiere… y a quién amas, a quién le prestas tu historia, le regalas tu futuro
... miradas de agua, circulares, que permiten canjear sueños


… miradas oblicuas, indiscretas, que nos escrutan
… miradas efímeras, que tímidamente se esconden bajo los párpados
… miradas de reojo, interponen murallas al alma
… miradas
altivas, que hielan la expectativa, el futuro, que paralizan y no despejan las dudas ni tranquilizan nuestras inseguridades, provocan el llanto
… miradas perdidas, quebradas... miradas nerviosas, que buscan consuelo después del llanto
… miradas de víctimas, que interrogan a la mirada del verdugo que juzga, que no ve, que sólo mira


martes, 11 de diciembre de 2007

Los signos de lo invisible (París)



París es la ciudad de la luz, sin duda alguna; pero esa luz no proviene solamente de los neones, de las farolas alineadas en sus hermosas avenidas; la luz de París es como una candela que alumbra los signos de lo invisible, rincones, preguntas, azar, arquitectura, anécdotas, bares y artistas; un susurro dentro del murmullo.

París es cultura, metropolitain, La Defense y Notre Dame, pirámide invertida-sumergida-en las fauces del museo, pirámide-erigida-sobre el adoquín centenario; lluvia; Victoria de Samotracia, Orsay, Picasso y la Place des Vosgues.

Es diferente, es más…

es el río, ese que nos enerva (porque sabe a dónde va y nosotros ignoramos nuestro destino) y nos tranquiliza (porque difunde altiva calma)

es las gárgolas y las quimeras, que erizan la catedral (esa mecánica opulenta y arrogante), testimonio de miles de pasos, de millones de puntos suspensivos (las dudas, el temor por los demonios que, aunque nadie los haya visto no quiere decir que no existan), grifos, tarascas y dragones de cuerpos escamosos y picos afilados… bestiario que, sin vértigo, nos vigila desde los pináculos.

¿Existieron esos monstruos? El ser humano creyó (cree) en ellos, fueron los signos de lo invisible, son los centinelas de la imponente catedral, esperando la noche para vigilar el río (que serena e inquieta).

La ciudad es París-luz, París-noche, París-lluvia, París-medieval, París-acero y vidrio, París-reflejo, París-casualidad, París-deseo, París-disturbios, París-banlieu... extranjeros-de-segunda-y- tercera-generación-sin-atisbos-de luz… de esa luz de París…